La vida está marcada por pequeños momentos que entre amigos
cómplices se convierten en grandes acontecimientos. El azar hace que vivimos
determinadas situaciones que de alguna manera estarán presente en el futuro,
sin ni siquiera intuirlo. Algo que sucede años a tras puede provocar
situaciones inverosímiles.
He de reconocer que un punto de locura me lleva a viajar a
los lugares más extraños e impensados en busca de algo que me hizo sentir bien,
me hizo llorar de risa, o simplemente me hizo sentir algo diferente.
Todo comenzó un día viendo unos videos por internet de unos
personajes un tanto histriónicos entrevistados para un programa de televisión.
Se trataba de dos hermanas, Encarnita y Josefina y su hermano Miguel. Encarnita
era sin duda la estrella.
Su peculiar forma de gesticular, de expresarse, su afán de
protagonismo, su espontaneidad, su discurso y hasta el tono de su voz, no
dejaban a nadie indiferente. Por lo menos, a mi no me dejaban indiferente y con
eso era suficiente. Arrancaron en mí muchas risas con dos grandes amigos, no
parábamos de comentar los videos, imitar frases y copiar escenas. Frecuentemente
salía el tema a relucir en nuestras conversaciones cuando recreábamos momentos
divertidos.
Mi frase sin planificar: “algún día tenemos que ir a ese pueblo”
estaba a punto de cobrar sentido. Muchas veces visité Granada sin prestar
atención a nuestra vieja anécdota. Este fin de semana, tras siete años esa loca
idea se materializó. Un impulso me condujo a convencer a mi amiga de que había
que parar en Las Gabias para conocer a Encarnita y de paso ver el Baptisterio
Paleocristiano romano del s. I. En ese orden, primero conocerla, después
culturizarse. Josefina ya había fallecido, no se podía perder más tiempo. Así
que antes de llegar a Granada, tomamos el desvío que nos llevaría a Las
Gabias.
Entramos al pueblo sin saber hacía donde ir, era más grande
de lo que parecía para encontrar una casa. Pregunté a una vecina del pueblo por
la casa de Encarnita la del Baptisterio, así tal cual, como si fuera mi amiga
de toda la vida y dando por hecho que todos la conocían. La señora me miró y me
dijo donde vivía, por supuesto sabía quién era ella. La suerte quiso que
viviera cerca del Ayuntamiento, ya que esa pista nos situó a unos metros de la
casa. Preguntamos a otro señor, esta vez sin éxito. En ese preciso momento un
coche de policía con dos agentes acababa de estacionar. Pensé: esta es la mía,
la policía se supone que está para servir al ciudadano, así que ni corta ni
perezosa, les pregunté de nuevo por la casa de Encarnita sin importarme lo que
pensaran de mí. El primero que contestó a punto estuvo de desviarnos de nuestro
propósito porque nos indicó que nos dirigiéramos a la oficina de turismo para
visitar el Torreón del Baptisterio. Atención: no es lo mismo. El otro agente
que entendió a lo que yo iba, me señaló la casa en cuestión.
Resulta que hay división de opiniones en el pueblo acerca de
quién debería gestionar el Baptisterio. Pertenece a las herederas de Francisco
Serrano, “el agüelo” que arando con su mulo lo descubrió en 1920 y con mucha dedicación y esfuerzo
trabajó para sacar toda la tierra que lo cubría y conservarlo.
Nos dirigimos a la puerta, eran las 13:40 pm, una hora
bastante comprometida. Pulsé el timbre
deseando que estuvieran en casa y de repente una voz grave y fuerte se escuchó
en el interior, ¿quién será?? La puerta se abrió y allí estaba ella. Encarnita
y a su lado, su hermano Miguel. La misma esencia solo que más mayor, bastante
enérgica y con la misma dentadura a medias. Con sus medias, sus pantuflas, su
pañuelo en la cabeza, olor de cazuela de fideos. Nos saluda, no para de
hacernos preguntas: cómo me habéis encontrado, cómo sabes mi nombre, estudiáis
arte, de dónde venís etc.
En seguida nos introduce en el interior de la casa, nos
enseña la foto del “agüelo”, las fotos de ella vestida con la túnica blanca,
una plaquita, un diploma, entre otras cosas. Se le nota que para ella todo
aquello es un orgullo, no cabe en si del gozo. Su vida es el baptisterio, como
si de un hijo se tratara, es su máxima satisfacción y el motor en su vida.
Decenas de cruces en el interior, se declara una cristiana de pies a cabeza.
Una mujer simpática, acogedora, amable y por supuesto bizarra. Disparo una tímida
foto a sus recuerdos y de paso intento que salga de refilón. Nuestro interés por
el baptisterio hace crecer su motivación y nos indica que hagamos fotos a todo,
eso sí, ella no quiere salir, se tapa cada vez que puede. Sin embargo, como
gente avispada que somos conseguimos sacarla en fotos y mi amiga hace varios
videos de forma disimulada. Es un documento que no tiene precio y sé que
Encarnita nos lo perdonará, debilidades del fenómeno fan.
Interiormente sin que se note demasiado estoy totalmente
excitada con la aventura y con la consecución de nuestro objetivo. Concretamos
una cita para el día siguiente, Miguel se ofrece a enseñarnos el baptisterio. Desgraciadamente ella
nos dice que ya está un poco mayor para ir y nos enseña las piernas sin el
menor pudor. Una situación divertida tras otra se sucede. Nos despedimos, la
puerta se cierra tras ella. Alzó el brazo: CONSEGUIDO.
Al día siguiente nos presentamos allí, a las 18:00 pm con
cuatro amigos de Granada de mi amiga y el perro “golfo” de uno de ellos. Esta
vez tocó el timbre como si fuera a la casa de mi propia abuela, con total
naturalidad y abre la puerta Miguel, a su lado encarnita vestida de negro riguroso
y sin pañuelo para ir a la misa de las 20:00 pm.
Miguel nos acompaña al baptisterio, a tan solo trescientos
metros de su casa, en un campo. Cámara en mano, andamos hasta que veo la reja
de la entrada del baptisterio tantas veces visualizada en los videos. En la
entrada él comienza a leer dos folios escritos de su propio puño y letra sobre
la historia, las características del enclave etc. Observo que es una caligrafía
muy bonita, como la que se enseñaba antiguamente, la caligrafía típica de las
persona de una cierta edad, como son los abuelos.
Nos introduce en un largo pasillo que conduce a la cúpula,
donde se hallaba la pila en la cual bautizaban a los romanos y romanas por
separado, dato que nos recalca unas tres veces. Una cúpula muy bella a pesar de
faltar muchos elementos, como la pila, columnas, una cruz entre otras cosas,
los cuales desaparecieron y no conocen
su paradero.
Una vez realizada la visita, volvemos a la casa de Encarnita,
nos pregunta en repetidas ocasiones si nos ha gustado. Le manifestamos con el
máximo entusiasmo que nos ha encantado. No miento, todo en sí me gusto, ellos,
el baptisterio, la experiencia y esta aventura que añado a mi lista de curiosas
anécdotas. Siempre muy cercana, nos coge de las muñecas firmemente a mí y a mi
amiga, como si de sus nietas se tratara. No tiene descendencia, dedica su vida
al mantenimiento y conservación del baptisterio con la mayor felicidad.
Le agradecemos su amabilidad y su tiempo por permitirnos
visitar de forma desinteresada, su casa y el gran monumento romano de la mano
de Miguel. Orgullosos de no haber obtenido jamás ningún beneficio económico. Me
transmiten pasión y amor por su abuelo y esa herencia tan especial.
Antes de marcharnos, tenemos un último objetivo que
conseguir, una foto con ella. Ante nuestra petición no pone impedimento alguno,
nos hacemos varias fotos de grupo con ellos con la promesa de mandarles por
carta una copia. Esas visitas le dá la vida, le alimenta ver que hay gente que
va expresamente allí para ver el baptisterio. La realidad es que el noventa por
ciento vamos hasta allí para conocerla a
ella.
Una familia que atiende a gente desconocida sin desconfianza,
a pesar de las mofas que imagino que intuyen que se producen a veces por parte
de algunos visitantes. Para ella, lo importante es la difusión del baptisterio,
que sin duda ha conseguido gracias a su personalidad y ha hecho que un diminuto
punto en el mapa, sea conocido en muchas partes del país: Las Gavias y se
incremente el turismo en ese pueblo. Sin duda una gran labor.
Tras la visita, nuestro grupo improvisado, hace una parada en
el bar más cercano, para reponer fuerzas, tomar la ración de azúcar diaria e
intercambiar impresiones.
Una vez en el coche, abandonando el pueblo reflexiono sobre
todo lo vivido esas horas. Llegué a ese sitio esperando mayormente “freakismo”
y me marcho sintiendo a Encarnita como una especie de abuela y dándome cuenta de
que en unas horas, me ha conquistado totalmente y es una mujer más sabia de lo
que parece, cercana y muy cariñosa. Nada que ver con el punto oscuro que se
mostraba en los videos, incrementando por los montajes con la música, el vestuario y
demás.
Sin negar que la mujer es única, por supuesto. El guión no
hay duda de que era suyo, su discurso
sigue asombrando y provocando pasar un buen momento. Un ejemplo más de que un
día cualquiera se puede convertir en una
gran aventura simplemente poniéndole emoción a pequeñas cosas.